“El gran movimiento de verdadera
emancipación no se ha encontrado con una gran raza de mujeres que puedan mirar
la libertad a la cara. Su visión estrecha y puritana ha desterrado de su vida
emocional al varón como personaje molesto y dudoso.”
Emma
Goldman
El movimiento feminista o de liberación de la mujer en la época
contemporánea hunde sus orígenes en la época de las revoluciones burguesas de
los siglos XVIII y XIX. Estas primeras luchas centraban sus reivindicaciones en
conseguir el acceso de la mujer a la educación, al sufragio y a los puestos de
trabajos hasta entonces vetados. Pronto y, paralelamente, surgen gritos que
claman por la liberación de la mujer y la igualdad entre sexos dentro de
movimientos políticos de carácter obrero, pero que entienden que la mujer sólo
podrá emanciparse de su tradicional rol si es construyendo una nueva sociedad.
Han pasado los años y, si bien es cierto, que el derecho al sufragio está
ampliamente extendido, así como otras máximas de estas primaras feministas, no
por ello la mujer ha dejado de estar relegada a un segundo plano en el seno de
las sociedades patriarcales y sufre constantemente de una explotación por el
género dominante que se refleja en aspectos tan cotidianos como los roles
domésticos, la desigualdad salarial e incluso el lenguaje.
La experiencia histórica lo demuestra: sólo entendiendo que la
desigualdad se debe a la naturaleza de la doble explotación de la mujer, por el
patriarcado y por el capitalismo, podemos construir un verdadero feminismo de
clase, coherente y combativo.
Sin embargo, seguimos viendo como se multiplican aquellos movimientos
feministas que renuncian a liberar a la mujer de las cadenas que la atan a su
rol social y económico, y que consideran que es suficiente luchar por la
independencia de las mujeres como seres aislados de todo contexto y
condiciones. Movimientos como FEMEN, fundado en Ucrania en 2008 olvidan que el
enemigo no es ni la legislación, ni la religión, ni mucho menos el varón, sino
todo el sistema de valores establecidos y marcados por las conveniencias de una
sociedad que relega a las mujeres a un ámbito secundario. Además, dichas
activistas hacen un flaco favor con su puritanismo y su estrechez de miras que
llevan a recurrir a determinados métodos de lucha que, aparte de llamar la
atención mediática, poco hacen por la dignidad femenina.
Junto a los feminismos sin contenido político, otro de los enemigos
internos a los que hay que combatir, son aquellos movimientos izquierdistas y
vacíos de contenido más allá de la agitación digital y la acción directa y
autodenominados revolucionarios. Debemos luchar por un feminismo organizado y
solidario con el resto de problemáticas que diariamente sufre el proletariado.
Un feminismo de clase, internacionalista y sensible al resto de víctimas del
capitalismo.
El verdadero feminismo por el que luchamos no es una obra exclusivamente
de mujeres, ni su seña de identidad son unos pechos al aire, sino que clama por
la liberación de la mujer en la familia, en el trabajo y en la sociedad.
Tampoco es un feminismo aislado del resto de luchas, ni independiente, sino
imbricado en un verdadero proyecto de futuro. Sólo así podemos destruir el
patriarcado. Por eso, en el Bloque Joven de Valdemoro entendemos que sólo una
lucha articulada y organizada contra el capitalismo, desde todos sus frentes
(antifascismo, feminismo, antiimperialismo, ecologismo etc.) permitirá la
emancipación de todos y todas los oprimidos.
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