Desde que nacemos, las mujeres estamos
sufriendo unas directrices del patriarcado para mantener nuestra situación de inferioridad,
subordinación y explotación.
La educación que recibimos tanto en el
ámbito educativo, cultural y laboral nos otorga las pautas y roles que las
mujeres debemos adquirir, contribuyendo a reafirmar con ello estereotipos y
conceptos discriminatorios que hacen invisible al género femenino. Durante
todas las etapas de nuestra vida a la mujer se le entrega unos cánones de
estética que seguir, instaurándose así una dictadura de la belleza que presiona,
manipula y genera nuestro alineamiento en este ámbito también, claro ejemplo
del machismo generado por el carácter patriarcal que el capitalismo imprime
inevitablemente.
La educación escolar vuelve atrás tras
la aprobación de la LOMCE, ya conocida como la ley para privatizar y arrancar
de las manos de la clase obrera el derecho a formarse. Dicha ley tiene un punto
claramente sexista que es la segregación por sexos, pero tampoco es nada nuevo,
ya que en los centros de formación profesional podemos encontrarnos con esta
separación, aunque de forma sigilosa, optando si eres mujer a formarte en cocina,
moda, secretariado o administración. Mientras el varón opta a cargos de más
peso o de esfuerzo físico como puede ser finanzas o mecánica.
Negándonos así un salto cualitativo en
las cualidades femeninas y condenándonos a llevar las cadenas que atan a la
mujer a la vida en el hogar, detrás del hombre.
Ya sea en niños, adolescentes o adultos
podemos observar una conducta que nos hace replantearnos si existe la
liberación de la mujer.
Los hombres son libres para actuar como
quieren y expresarse como desean, claro ejemplo de ello es el del sexo, ya que
el hombre siempre ha sido elogiado si tiene un gran número de encuentros sexuales,
mientras que si una mujer alardea de esos mismos encuentros, es descalificada
brutalmente tanto por ellos como por las propias mujeres que no se dan cuenta
de que así son ellas mismas las que se aprietan las cadenas. Como este hay
cientos de ejemplos más de la dificultad que tiene todavía el papel femenino.
La sociedad dirigida bajo el seno de
este sistema capitalista nos intenta vender una igualdad, la cual las mujeres
no poseemos y esto obstaculiza el proceso de lucha por la igualdad de nuestro
género y alcanzar así nuestro pleno desarrollo.
La oligarquía y sus medios de
comunicación burgueses alardean y afirman una gran mentira como es la igualdad
en los sueldos, siendo el estado español un estado notorio en la Unión Europea
por su fraude económico, pagando a la mujer por su fuerza de trabajo un 20%
menos que al hombre, una diferencia muy exhaustiva que deja a la mujer en manos
de la desprotección ante la brutalidad del sistema capitalista actual.
Por eso, tanto las mujeres como los
hombres, tenemos que despertar y comenzar la lucha contra este sistema en el
cual no hay cabida alguna para la igualdad.
La clase obrera debemos seguir luchando
por un trato sin discriminación y por la dignidad, combatiendo siempre contra
el patriarcado. Pues la sociedad en su conglomeración jamás podrá ser liberada
si no es ceñidamente ligada a la liberación del sector femenino, puesto que las
mujeres formamos una gran capa de ella.
No debemos dejar en el olvido el camino
labrado por la lucha de mujeres tales como Clara Zetkin, Alejandra Kollontai, Rosa
Luxemburgo, Dolores Ibarruri...
Y como citó Rosa Luxemburgo:
"¡Por un mundo donde
seamos socialmente iguales, humanamente
diferentes y totalmente libres!"
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